
Tras realizar una encuesta a 669 mujeres para estudiar los sentimientos de culpa, en relación a cómo alimentaron a sus recién nacidos, os comparto los resultados.
Aviso antes de empezar
En esta ocasión, quiero compartir con todas los resultados de una encuesta que he realizado.

Sé que algunos de mis compañeros de profesión se estarán llevando las manos a la cabeza porque comparta esto aquí y no intente publicarlo en cualquier revista indexada… hago esto por un motivo claro, y es que no creo demasiado en lo que se ha ido convirtiendo la divulgación científica. También, porque soy realista: no tengo el tiempo ni los medios para hacer una buena publicación que merezca la pena indexarse.
Por ello quiero dejar algo claro: estos resultados no están revisados por pares, por lo que sólo pueden servir como orientación para hacer estudios serios de verdad. Que a mí me dé demasiada pereza el mundo académico, no quita, que sea conveniente para garantizar la validez de los resultados obtenidos.
Por ello, te animo a leer lo que voy a compartir, pero, tomando con mucha prudencia las conclusiones obtenidas. Además, si eres profesional de las ciencias de la salud con formación en investigación, te animo muy fuerte a decirme si he metido la gamba mucho en algo, porque puedo retirar el artículo si estoy diciendo tonterías…, que todo puede ser. Eso sí, por favor, dímelo con cariño.
Sin más disclaimers, aquí os lo dejo:
Análisis de la encuesta sobre lactancia y juicios
Resumen descriptivo de los datos
La encuesta contó con 669 madres recientes (primer hijo nacido entre 2022 y 2024). La edad al tener el primer hijo se concentró mayoritariamente entre 31-35 años (aprox. 52% de las encuestadas), seguido por 26-30 (21%) y 36-40 años (20%).
La muestra está muy formada académicamente: alrededor de un 80% tiene estudios universitarios (grado o posgrado) y una proporción significativa (alrededor de un tercio) posee formación sanitaria.
También debo indicar que hay una clara sobre-representación de las mujeres gallegas, respecto a otras CCAA, al tener un 41% de las encuestadas, dicha procedencia.
Casi 1 de cada 3 de las participantes tenían formación sanitaria

Figura 1. Distribución de las edades de las participantes
Casi todas las participantes (668 de 669) otorgaron consentimiento para el uso anónimo de sus datos, por lo que el análisis se basa en 668 casos válidos.
En cuanto al contexto del nacimiento, el 51% tuvo un parto vaginal sin instrumental, otro 23% vaginal con instrumental (fórceps / ventosa), y el 26% restante cesárea (18,7% urgente durante el parto y 6,4% programada). La analgesia epidural fue utilizada por la gran mayoría (85,7%), mientras un 14,3% no usó anestesia regional.

Figura 2. Tipos de partos de las participantes.
La práctica de piel con piel inmediato (contacto continuo madre-bebé durante las primeras 2 horas de vida) se logró en alrededor de dos tercios de los casos; el resto no pudo realizarlo, generalmente por necesidades médicas (p. ej., bebé en observación, madre en recuperación post-cesárea) o separaciones breves. En cuanto al lugar del parto, predominaron los hospitales públicos (87%), seguidos de privados (12%); solo un 1% tuvo un parto planificado en casa o en centros de nacimientos especializados.

Figura 3. Piel con piel inmediato tras el nacimiento. La pregunta formulada fue «¿Pudiste hacer piel con piel durante las primeras 2 horas de vida de tu hijo/a? Esto significa, si durante las 2 primeras horas del nacimiento, el bebé estuvo encima de ti, en contacto físico contigo, y no lo separaron para pesarlo, ni estuvo con otro familiar, etc…»
Antes del embarazo, tres de cada cuatro mujeres ya pensaban que querían dar el pecho a su futuro bebé, mientras alrededor de un 9% “no lo había pensado” aún, un 7% contemplaba alimentación mixta, y apenas un 5-6% tenía intención inicial de alimentar con biberón/formula.
Estas intenciones se afianzaron durante la gestación: al final del embarazo el 87% deseaba lactancia materna, 5% lactancia mixta y solo 4% planeaba lactancia artificial, quedando apenas un <1% indecisa. Es decir, conforme avanzó el embarazo, aumentó claramente la inclinación hacia la lactancia materna como opción preferida.


Figuras 4 y 5. Respuestas a la pregunta «¿Antes de quedarte embarazada, ¿habías pensado en cómo querrías alimentar a tu primer hijo/a? (izquierda) y «Al final de tu embarazo, pero antes de dar a luz ¿Cómo pensabas que querrías alimentar a tu primer hijo/a?» (derecha).
Tras el nacimiento, casi todas las madres intentaron amamantar. Antes del alta hospitalaria, el 62-63% de las madres alimentaba a su bebé con lactancia materna exclusiva, y alrededor de 30% con lactancia mixta (pecho complementado con fórmula) durante la estancia posparto; únicamente un 7% recurría exclusivamente a la lactancia artificial ya desde el hospital.
Esto indica que, aunque la gran mayoría logró iniciar la lactancia materna, una proporción no desdeñable necesitó suplementos de fórmula en esos primeros días (muchas veces por pérdida de peso neonatal, problemas de agarre, hipogalactia inicial, etc.).
A los 15 días posparto, las cifras se mantenían similares: ~63% en lactancia materna exclusiva, ~27% mixta y ~10% solo con fórmula.
Sin embargo, hacia el primer mes se observa una leve disminución de la exclusividad (61% exclusiva, 27% mixta, 12% artificial), lo cual sugiere que algunas madres dejaron de amamantar exclusivamente durante esas primeras semanas.

Figura 6. Distribución porcentual del tipo de lactancia en distintos momentos del posparto para el primer hijo. Se observa que casi todas las madres (más del 90%) daban al menos algo de leche materna al inicio, aunque solo alrededor de dos terceras partes lo hacían de manera exclusiva. Con el paso de las semanas y meses, la proporción con lactancia materna exclusiva (segmento en color amarillo) desciende notablemente, mientras aumentan las lactancias mixtas (naranja) y las lactancias artificiales exclusivas (en rojo). Especialmente alrededor de los 3-4 meses, coincidiendo con el fin de la baja maternal y la reincorporación laboral, se acelera el abandono de la lactancia exclusiva.
Para cuando faltaban unos 15 días para terminar el permiso de maternidad (en España, típicamente hacia los 3 y medio a 4 meses posparto), solo el 58% mantenía lactancia materna exclusiva, mientras aproximadamente el 20% combinaba con fórmula y otro 22% ya había pasado a lactancia artificial exclusiva.
Este cambio se acentúa en el momento de reincorporación al trabajo: apenas 50% lograba continuar con lactancia exclusiva al retornar a sus empleos, 24% mantenía lactancia mixta y 26% alimentaba solo con fórmula en ese punto. Es evidente por tanto que la vuelta al trabajo marca un punto de inflexión en las pautas de alimentación, con muchas madres introduciendo fórmula por necesidad logística o falta de apoyo para la extracción de leche y conciliación.
Es evidente por tanto que la vuelta al trabajo marca un punto de inflexión en las pautas de alimentación, con muchas madres introduciendo fórmula por necesidad logística o falta de apoyo para la extracción de leche y conciliación.
A más largo plazo, los datos indican que aproximadamente la mitad de las madres continuaron amamantando (fuera de manera exclusiva o combinada) hasta al menos el primer año de vida de sus bebés. En torno a un 41% seguía con lactancia materna (sin fórmula) al año, y otro ~13% con lactancia mixta; el resto (~32%) utilizaba solo leche de fórmula o de vaca a los 12 meses (y alrededor de un 14% no aplicaba por no haber llegado aún el bebé al año en el momento de la encuesta).
Para los 24 meses, la prevalencia de lactancia cae aún más: aproximadamente un 31% mantenía el pecho (ya fuese solo pecho o combinado) alrededor de los dos años, mientras ~23% alimentaba con fórmula o leche de vaca exclusivamente (el porcentaje restante correspondía mayormente a niños que todavía no habían alcanzado los 2 años al momento de responder).
En resumen, pese a que la mayoría inicia la lactancia materna y muchas quisieran prolongarla, existe una reducción progresiva y sustancial en las tasas de lactancia conforme el bebé crece, con descensos marcados al acabar el posparto inmediato y al retomar las madres su actividad laboral.
Pasando a preguntas abiertas, cuando se preguntó qué factores influyeron más en la decisión de alimentación durante el primer mes, emergieron varios temas recurrentes. Muchas madres destacaron el deseo de darle “lo mejor” al bebé y el conocimiento de los beneficios de la lactancia materna como motivación principal.
También aparece frecuentemente la determinación personal (“perseverancia”) para lograr amamantar, junto con la información previa adquirida (por cursos de preparación, lecturas, etc.).
Al mismo tiempo, muchas mencionaron dificultades concretas que afectaron su decisión: por ejemplo, problemas de agarre o frenillo del bebé, baja ganancia de peso que llevó a suplementar con biberón, dolor, grietas o mastitis en la madre, entre otros.
La presión del entorno surgió igualmente: algunas madres relataron que tuvieron que “pelear contra opiniones de ‘dale un biberón’” o contra consejos no deseados, mientras otras confesaron falta de apoyo. Inversamente, varias señalaron que el apoyo de ciertas personas/ profesionales (una buena matrona, una asesora de lactancia, pareja, etc.) les ayudó a mantener la lactancia.
En síntesis, los factores que determinaron la alimentación el primer mes fueron una combinación de convicciones previas, circunstancias médicas y de salud, apoyo (o falta de este) y presiones externas.
Respecto a quiénes ayudaron más a la madre en la alimentación del bebé, las respuestas variaron: muchas nombran a profesionales sanitarios específicos, destacando especialmente la figura de la matrona (tanto la matrona del curso de preparación como la de planta o del centro de salud) como una de las mayores fuentes de apoyo práctico y emocional.
También se mencionan con frecuencia las asesoras y grupos de lactancia, así como el personal de enfermería especializado en lactancia. En el plano personal, bastantes madres reconocen el apoyo de su pareja como crucial para poder alimentar al bebé como deseaban, y otras mencionan a sus madres u otras familiares, o amigas con experiencia previa.
No obstante, un número significativo de encuestadas afirmó que “nadie” les brindó una ayuda realmente útil , indicando que se sintieron solas o que tuvieron que buscar información por sus propios medios.
Este hallazgo subraya que, si bien algunas madres encuentran redes de apoyo, existen brechas en la asistencia a la lactancia, y no todas reciben la ayuda profesional o familiar que necesitarían en momentos difíciles.
Exploración de asociaciones entre variables clave
Percepciones sobre la lactancia y juicios recibidos
Un foco central de la encuesta es cómo las madres perciben juicios o críticas en torno a sus decisiones de alimentación. Llama la atención que la mayor parte de las participantes (aproximadamente el 72%) declararon haberse sentido juzgadas en algún momento por cómo alimentaban a su bebé.
Es decir, la sensación de recibir juicios externos es prácticamente universal entre estas madres, independientemente de la opción de lactancia que escogieran. Esto refleja que la alimentación infantil es un tema socialmente cargado de opiniones y expectativas: las madres sienten que hagan lo que hagan, están expuestas a críticas de algún sector.
Ahora bien, las fuentes de esos juicios varían: la encuesta permitía seleccionar múltiples orígenes de críticas percibidas. Los resultados muestran dos grandes ámbitos: por un lado, el entorno social de la madre (familiares, amigos, gente en público) y por otro, los profesionales de la salud con quienes interactuó. En la siguiente figura siguiente se resumen los principales emisores de juicios señalados:

Figura 7. Principales fuentes de juicios percibidos respecto a la lactancia, según el porcentaje de madres (que se sintieron juzgadas) que mencionaron cada fuente. Como se observa, la categoría más mencionada fueron desconocidos/as en lugares públicos (comentarios o miradas de gente ajena), lo cual indica que muchas madres experimentaron juicios socialmente al exponer su forma de alimentar -ya sea por amamantar en público, dar biberón, etc.). En segundo lugar aparecen los familiares cercanos (madre/padre de la madre) con un 24% – muchas mujeres sintieron presión o críticas provenientes de sus propios padres o suegros acerca de si daban o no pecho, cuánto tiempo, etc. También son frecuentes los grupos de iguales: un 18% mencionó a sus amigos/as opinando o comparando. Entre los profesionales sanitarios, la figura de la enfermera de planta en maternidad fue la más citada (15%), seguida muy de cerca por el pediatra de atención primaria (14%) y la enfermera pediátrica del centro de salud (12%). Las matronas de centro de salud también fueron señaladas por un 10% de las madres que se sintieron juzgadas, y incluso la propia parejafue fuente de juicio en un 8% de los casos.
Estos datos sugieren algunos patrones interesantes. En primer lugar, las madres que optaron por lactancia materna prolongada o en público suelen enfrentar juicios de desconocidos y entorno social – por ejemplo, comentarios por amamantar “demasiado tiempo” o en cualquier lugar. De hecho, desconocidos/as fue la categoría #1, aludiendo a experiencias como miradas o comentarios de reprobación hacia quienes daban el pecho (o, en otros casos, hacia quienes daban biberón, dependiendo de la norma percibida). Por otro lado, las madres que usaron fórmula o combinaron alimentación pueden haberse sentido particularmente juzgadas por el personal sanitario: muchas mencionan a enfermeras y pediatras, lo cual coincide con relatos cualitativos de algunas participantes que sintieron presión en el hospital para dar el pecho exclusivamente o sintieron culpa inducida en revisiones pediátricas al usar fórmula. De igual forma, los familiares directos (especialmente la generación anterior) aparecen como una fuente importante de opiniones: por ejemplo, algunas abuelas insisten en métodos tradicionales o en dar leche de fórmula/cereales, mientras otras familias critican si “todavía” se da el pecho a cierta edad, generando conflicto intergeneracional sobre la crianza.
Es notable también que las matronas fueron percibidas con menos juicio comparativo que otros sanitarios. Solo un 10% mencionó a la matrona del centro de salud y un 4% a la matrona hospitalaria como fuente de juicio, porcentajes inferiores a los de pediatras y enfermeras.
Esto podría indicar que, en general, las matronas fueron percibidas como más respetuosas o comprensivas con las decisiones maternas (aunque no siempre, pues hay casos reportados).
En cambio, el personal de pediatría (tanto médicos como enfermeros) fue señalado más frecuentemente, lo cual sugiere que las consultas del bebé (peso, crecimiento) son momentos donde las madres sintieron evaluaciones críticas sobre su manera de alimentar.
En conjunto, existe una asociación clara entre las decisiones de lactancia y el tipo de juicio recibido: la presión por dar el pecho provino sobre todo de profesionales de salud y algunos familiares, mientras que la presión por no dar el pecho en ciertos contextos o por destetar provino de la sociedad en general e incluso también de familiares. Esta situación coloca a la madre en una posición difícil, recibiendo mensajes a veces contradictorios. La gran mayoría expresó que estos juicios les afectaron en su vivencia de la maternidad, generando sentimientos de culpa o inseguridad.
Diferencias según grupo profesional y actitudes de apoyo
Dado el alto nivel educativo de la muestra, las diferencias por nivel de estudios son sutiles.
Aun así, se aprecia que las madres con formación sanitaria (por ejemplo, médicas, enfermeras, etc.) mostraron ciertas tendencias particulares: por un lado, sus intenciones pro-lactancia eran altísimas – prácticamente todas planificaron dar pecho – y consiguieron ligeramente mayores tasas de lactancia materna exclusiva en las primeras semanas en comparación con madres sin formación sanitaria.
Este grupo parece contar con más conocimientos técnicos y confianza para manejar la lactancia, lo que pudo traducirse en una menor necesidad percibida de suplemento en el inicio. Sin embargo, también enfrentaron obstáculos similares al resto: la reincorporación laboral afectó por igual sus patrones de alimentación, ya que muchas aunque fueran profesionales de la salud, tuvieron que reducir o cesar la lactancia exclusiva al volver al trabajo, evidenciando que el desafío de conciliar lactancia y empleo es generalizado.
En cuanto a la percepción de las actitudes de los profesionales de salud hacia ellas, las respuestas cualitativas ofrecen matices. Un buen número de madres describió el trato profesional de forma positiva o al menos correcta: términos como “respetuoso”, “bueno”, “recibí ayuda”, “no tuve problema” aparecieron en muchos testimonios, indicando que varias se sintieron apoyadas por médicos, enfermeras o matronas en sus decisiones (ya fuese dar pecho o biberón).
Por otro lado, muchas otras señalaron experiencias negativas, usando palabras como “frío”, “juzgador”, “antiguo” o incluso calificativos como “old-school” para referirse a consejos desactualizados.
Hubo madres que sintieron que ciertos profesionales tenían sesgos o imposiciones (por ejemplo, presión excesiva para amamantar a toda costa sin contemplar las dificultades de la madre, o al contrario, poca ayuda y rápida indicación de fórmula). En particular, algunas mujeres percibieron falta de empatía en profesionales cuando tuvieron problemas de lactancia: comentarios que las hicieron sentir culpables o insuficientes.
En contraste, otras alaban a profesionales concretos que “escucharon sin juzgar” y brindaron información equilibrada. Esta variabilidad sugiere que la actitud del personal sanitario no es homogénea: depende mucho de la persona y centro, habiendo excelentes apoyos pero también enfoques poco comprensivos. Como tendencia, las participantes parecen valorar más a aquellos profesionales que ofrecen información y apoyo práctico sin presión, frente a aquellos que se perciben impositivos o críticos.
Cabe destacar que, al relacionar el tipo de profesional con la ayuda o juicio percibido, emergen asociaciones coherentes: las matronas suelen destacarse como figura de apoyo (y rara vez de juicio), mientras que ciertos pediatras/ enfermeras fueron más criticados por su trato.
Esto probablemente refleja los roles: la matrona se enfoca en acompañar a la madre, mientras el pediatra vela por la salud del bebé y puede insistir en cambios si el bebé no gana peso, etc., lo que algunas madres vivieron como reproche. Así, el “grupo profesional” del que provienen los consejos influye en cómo la madre los percibe: las madres tienden a sentir más comprensión por parte de matronas y asesoras de lactancia, y más juicio por parte de profesionales de pediatría (aunque no siempre, por supuesto, hay excepciones individuales en ambos sentidos).
Visualizaciones y tendencias emergentes
Del análisis de los datos, emergen varios patrones y tendencias clave que conviene resaltar desde una perspectiva interpretativa:
- Diferencia entre expectativas y realidad: Antes de dar a luz, la gran mayoría de encuestadas deseaba amamantar (muchas de ellas en exclusiva).
Sin embargo, los datos cuantitativos muestran que una proporción importante terminó introduciendo fórmula mucho antes de lo planeado.
Por ejemplo, solo un 5% pensaba en lactancia mixta o artificial durante el embarazo, pero al alta hospitalaria efectiva un 37% ya estaba dando biberón (sea complementando o exclusivamente).
Esta brecha apunta a que, pese a la fuerte motivación inicial, intervienen obstáculos tempranos (dificultades fisiológicas, problemas médicos, inexperiencia, intervenciones en el parto, etc.) que impiden cumplir el plan deseado.
El sistema sanitario influye aquí: algunas madres refirieron que en el hospital les dieron fórmula al bebé por protocolo o consejo, algo que puede no alinearse con sus expectativas prenatales. - El impacto de la vuelta al trabajo: Los resultados cuantitativos evidencian claramente cómo la reincorporación laboral coincide con un descenso pronunciado de la lactancia materna.
Muchas mujeres que lograron mantener lactancia exclusiva los primeros 3 meses tuvieron que pasar a lactancia mixta o destetar al integrarse al trabajo.
Las razones subyacentes aparecen en las respuestas abiertas: varias mencionan la dificultad de extraer leche en el trabajo, la falta de tiempo o de un espacio adecuado, el agotamiento al intentar compaginar trabajo y lactancia, e incluso la imposibilidad de continuar por horarios incompatibles.
España contaba entonces con un permiso de maternidad de 16 semanas, y los datos sugieren que este periodo resulta insuficiente para prolongar la lactancia todo lo que la madre hubiera deseado.
Muchas dejaron la lactancia antes de lo ideal para ellas por obligación de volver a sus puestos. Este patrón apunta a una barrera estructural: la necesidad de mejores políticas de conciliación (permisos más largos, facilidades para lactancia en el trabajo) si se quiere fomentar que más bebés sean amamantados durante 6 meses o más. - Razones de abandono temprano de la lactancia: A las madres que dejaron de dar el pecho antes de lo que hubieran querido, se les preguntó por los motivos.
Las respuestas cualitativas señalan una serie de causas recurrentes: la más mencionada fue el cansancio extremo y la falta de descanso (“agotamiento”), ligada a las tomas frecuentes y la demanda del bebé, lo que deriva en un desgaste físico y mental.
Relacionado con esto, muchas aludieron a la salud mental: estrés, ansiedad e incluso síntomas depresivos que las llevaron a concluir que necesitaban parar.
Otra causa muy común fue la sensación de “no tener suficiente leche” o que el bebé no se saciaba –ya fuera por percepciones personales o porque el bebé no ganaba peso–, lo que generó inseguridad y la introducción de biberón.
También surgieron mucho los problemas médicos de lactancia: varias madres mencionaron dolor insoportable, grietas sangrantes, mastitis recurrentes o cirugías previas (ej. reducciones mamarias, pezones invertidos) que dificultaron la lactancia hasta el punto de tener que dejarla.
La falta de apoyo adecuado es otro factor: algunas comentaron que, ante las dificultades, no contaron con asesoramiento competente (o este llegó tarde), sintiéndose solas y sin saber cómo resolver problemas de agarre, frenillo, etc.
En contraste, otras señalaron la influencia negativa de entornos poco comprensivos – por ejemplo, “el estrés que me generaba el padre de mi hijo” fue citado como motivo en algún caso, aludiendo a una pareja que no apoyaba la lactancia o generaba conflictos.
En resumen, los motivos de un destete adelantado suelen ser multifactoriales, combinando factores fisiológicos, emocionales y sociales. Pero un hilo común es que pocas madres dejan el pecho “porque sí”, sino porque se vieron sobrepasadas por circunstancias adversas. - Necesidad de información y apoyo sin juicio: A lo largo de varias preguntas (cómo definirían el trato recibido, cómo les hubiera gustado ser informadas, cómo promover la lactancia sin culpabilizar, etc.), aparece con fuerza la idea de que las madres desean información clara y veraz, pero entregada de forma neutral y empática.
Muchas expresaron que les habría gustado recibir información sobre alimentación del bebé “sin juzgar ni presionar” – es decir, que los profesionales expliquen opciones, beneficios y riesgos de cada método de forma objetiva, y que apoyen la decisión que la madre tome.
Varias apuntan que la información durante el embarazo fue a veces sesgada hacia “el pecho a toda costa” y que eso les hizo sentir miedo o culpa desde antes de parir; habrían preferido un enfoque más equilibrado que incluya también qué hacer si la lactancia no va bien, cuáles son las alternativas y cómo usarlas correctamente (por ejemplo, cómo dar un biberón de forma respetuosa con la lactancia, etc.).
Del lado contrario, algunas comentaron que les faltó más información práctica y apoyo activo: por ejemplo, hubiera sido útil que se les enseñe en el hospital técnicas de agarre, extracción, posiciones, o que existiera un seguimiento más estrecho tras el alta para resolver dificultades incipientes.
Incluso varias mencionan que necesitaron más “cariño y cercanía” en el trato: un asesoramiento más personalizado y humano, que considerara sus emociones (miedos, inseguridades) y no solo el aspecto técnico del alimentar. - Propuestas para promover la lactancia sin culpabilizar: Las encuestadas ofrecieron ideas valiosas al respecto.
Un consenso fue que la clave está en el apoyo más que en la insistencia.
Muchas dijeron que para fomentar la lactancia materna habría que mejorar la ayuda disponible ante las dificultades (más consultoras de lactancia, grupos de apoyo, personal sanitario formado que acompañe a la madre en el proceso) en lugar de simplemente repetir el mantra “la leche materna es lo mejor”.
En otras palabras, pasar de la teoría a la práctica: estar ahí para resolver problemas concretos de las madres que quieren dar pecho (ingurgitaciones, técnica, bajadas de leche, etc.), porque si se les ayuda eficazmente, es más probable que continúen sin generar culpas en quienes no pudieron.
Asimismo, se destacó la importancia de respetar la decisión individual: promover lactancia sí, pero sin hacer sentir mal a quien opta por biberón.
Esto implica que los mensajes de salud pública deberían evitar la connotación de “mala madre” implícita y, en cambio, enfocarse en positivo (“acompañamos a quien quiera amamantar, y entendemos si no puede/quiere”).
Algunas madres sugirieron historias y testimonios diversos como forma de normalizar ambas situaciones – por ejemplo, mostrar casos de lactancia prolongada exitosa y casos de bebés sanos criados con fórmula, para quitar estigma a ambos lados. Por último, varias hicieron hincapié en que no se presione en momentos vulnerables: comentarios como “si no das pecho, no lo estás haciendo bien” son muy dañinos; sería preferible que los profesionales escuchen activamente las necesidades y dificultades de cada madre (como dijo una encuestada: “Escuchar. Hacer una escucha activa de las necesidades de la madre”) y a partir de ahí ofrezcan ayuda o consejo, pero nunca desde la superioridad o el reproche.
En suma, las participantes abogan por una promoción de la lactancia materna más empática y personalizada, que inspire sin culpar y que se complemente con políticas de apoyo reales (sanitarias y laborales) para que la elección de amamantar resulte más viable en la práctica.
Un hilo común es que pocas madres dejan el pecho “porque sí”, sino porque se vieron sobrepasadas por circunstancias adversas.
Conclusiones
En conclusión, este estudio muestra un panorama complejo en torno a la lactancia y los juicios sociales.
Por un lado, confirma que las mujeres desean mayoritariamente amamantar y conocen sus beneficios, pero a la vez enfrentan numerosas barreras –físicas, psicológicas y contextuales– que dificultan llevar a cabo sus planes de lactancia.
Muchas logran iniciar la lactancia, pero hay una caída pronunciada en los primeros meses, acentuada al terminar la baja maternal, lo que indica que las dificultades de conciliación son un factor crítico en el abandono temprano del pecho.
A nivel cualitativo, emergen sentimientos encontrados: por una parte, las madres valoran el apoyo y tienen experiencias positivas cuando reciben un trato respetuoso; por otra, casi todas han sentido el peso de juicios externos hacia sus decisiones, lo que puede minar su confianza. Estos juicios provienen de todos los ámbitos (familia, entorno, profesionales), lo que evidencia una presión social intensa y a veces contradictoria sobre cómo “debe” alimentarse un bebé.
Los hallazgos apuntan a la necesidad de reforzar las redes de apoyo a la lactancia (formación de profesionales, asesoramiento posparto, grupos de madres) y a la vez fomentar una cultura de respeto a las decisiones maternas informadas. Promover la lactancia materna de forma efectiva requerirá no solo insistir en sus beneficios, sino acompañar a las madres resolviendo sus problemas reales (frenillos, técnica, extracción en el trabajo, etc.) y eliminando las connotaciones de culpa o fracaso si optan por la lactancia artificial.
En definitiva, la encuesta revela que las madres quieren lo mejor para sus bebés, pero piden ser apoyadas sin ser juzgadas – un mensaje claro para profesionales de salud, empleadores, familiares y sociedad en general. Cada madre y cada situación son únicas, por lo que un enfoque más comprensivo y menos dogmático podría mejorar tanto las tasas de lactancia materna como el bienestar emocional de las madres que, al fin y al cabo, son quienes sostienen la alimentación y crianza de sus hijos.

Imagen 1: Mi madre dándome el biberón con leche de fórmula.
Metodología del estudio
Para aquellos profesionales que quieran conocer los pormenores del estudio, aquí dejo el análisis metodológico, y las limitaciones en otra página.
Profundizando en lo cualitativo
Para aquellos profesionales y usuarias que quieran indagar un poco más conmigo en los datos cualitativos obtenidos, en esta otra entrada, sigo.
Conflictos de interés
Declaro no presentar, actualmente, ningún conflicto de interés para elaborar este artículo. Los resultados, además de aquí, serán difundidos en el Congreso Fedalma de 2025.
Mi participación en dicho congreso es voluntaria, y no recibo remuneración alguna por participar, más allá del sufragio de gastos de desplazamiento y dietas.
Ninguna compañía me está promocionando actualmente. Nunca he colaborado, hasta la fecha, con ninguna marca de alimentación infantil, hasta donde sé.
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